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Pimienta de Sichuán - 25 g

Pimienta de Sichuán - 25 g

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Pregunta de examen. ¿De dónde procede la pimienta de Szechuan (o Sichuán, en su traslación al “chino” occidental)? Y el caballo blanco de Santiago, ¿de qué color era? Pues se da la circunstancia de que este condimento tan usado en la gastronomía asiática viene, en efecto, de la provincia de Sichuán, al suroeste de China, donde se cultiva y utiliza con profusión. Sin embargo, no es pimienta.

El ingrediente, la cáscara de los frutos de un árbol de la familia de los cítricos, es conocido por tal nombre por su similitud, tanto en apariencia como en su principal característica: ambas pican. Ahora bien, a diferencia de aquellos granos, la pimienta asiática tiene una cualidad que la hace diferente de todas las demás, que es la de provocar en la boca una sensación de adormecimiento que recuerda un poco al de algunas sustancias anestésicas.

Salta, salta, salta (pequeña langosta)

Más allá de ese hormigueo, la pimienta de Szechuan tiene sabor a madera y cítrico, lo que la convierte en una de las patas de la mezcla de cinco especias china y en buen sazonador, en general. ¿A qué podemos echársela, entonces, las personas de ojos redondos? Pues a muchísimos platos de aquellas latitudes, algunos más sencillos y otros, como el hot pot o el mapo tofu, algo más complicados de perpetrar en casa.

Una fórmula fácil y muy “asiatizante” consiste en emplear este ingrediente en el marinado de carnes que vayamos a usar para un salteado, un wok con verduras o incluso al horno: salsa de soja, sal, azúcar, cinco especias (o, en su defecto, canela, esta pimienta y anís estrellado) completan la jugada. Estos mismos ingredientes, acompañados de ajo y jengibre y triturados, dan fuerza a la salsa de cacahuetes de los fideos Sichuan Lumien, un plato deliciosísimo y que se hace en una patada de kung-fu.

Otra opción es preparar un aceite picante estilo chino para condimentar pollo o lo que te dé la gana: basta con infusionar jengibre, chile, ajo, laurel, canela, anís estrellado y esta pimienta en aceite de girasol (u otro de sabor suave) a fuego muy lento y colarlo tras unas horas.

Y si somos de gustos más occidentales, este condimento servirá para dar un punto especial a una salsa menier (la clásica de limón y mantequilla), a un salmón marinado o a un simple pollo frito